Ayer recibí acupuntura, los nueve puntos de siempre. Es la terapia de alivio contra mis acúfenos que más aprecio. Siempre me fortalece mi tolerancia al acúfeno, que sé está allí rampante con una única e incambiada fuerza. Me la aplico los martes, al principio de la semana, porque tengo la idea de que, si me mejora, su efecto me cubrira la semana completa y podré así yo cumplir con mis objetivos lo más sereno posible.
Pero ayer por primera vez fue dolorosa o, para no exagerar, molesta. El punto sobre el cogollo de la cabeza fue fuerte, explosivo, y el efecto de la punción de la aguja se me extendió hasta la frente. Me dije dos cosas: (1) quien me la aplica no es mi acupuntora regular (está de vacaciones) y no tiene la suficiente pericia, y (2) si me hace un efecto notable ha de ser positivo en tanto efecto.
Estoy comiendo normalmente, es decir, ya no hago ayunos de coco y pera (es sólo previo a la sesión colónica), y como mis vegetales: pan árabe, casabe, quinua, ensaladas (lechuga, pepino, perejil, cilantro, palmito, papa, carne de soya), arroz, espaguetis con espinacas y huevos, lo único de origen animal que ingiero, además de un complemento nutricional como herbalife o ensure.
Mi acúfeno continúa igual, pero, digo lo de siempre: lo tolero más y tengo la esperanza de erradicarlo trabajando por la salud de mi cuerpo en general.
Les dije ayer que les comentaría sobre un bajón de energía del día viernes pasado. Fue así en efecto, después de toda una mañana de ayuno con las mencionadas y peras y agua de coco. Durante la tarde, caminé bastante, hice diligencias y el esfuerzo como que pasó factura. Sentía mucho sueño.
Al llegar a casa, hacia el atardecer, sentí deseos irresistible de acostarme, pero me contuve pensando en que si descansaba me restaría sueño para la noche. De tal modo que protegí mi desfallecimiento o cansancio para cuando llegase el momento de dormir, para dormir con todas las fuerzas. Pero el acúfeno se me hizo notable y no pude evitar que me visitaran los pensamientos pesimistas sobre la afección, afección que nunca se detiene, jamás se calla, con la aterradora noción de que es posible sufrirla para toda la vida. Logré contenerme y distraer semejante carga negativa, que pujaba por averiarme. Me puse a leer sobre aromaterapia y a preparar algunas combinaciones para salir del bache.
La sensación me duró hasta el día sábado en la mañana, luego de lo cual la superé, hasta hoy.
Les comento que durante el fin de semana (o antes) vi la película francesa llamada 8 mujeres (2002), en el ciclo de cine que proyectan la Cinemateca Nacional y el Centro de Estudios Rómulo Gallegos (CELARG), llamado “Los oficios en el cine: la actuación”, ciclo dedicado a las mujeres. Y simplemente me pareció descomunal: una película con un argumento si se quiere banal (un crimen), pero redimensionada hasta un extremo tope en virtud de la actuación de las 8 mujeres: Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Emmanuelle Béart, Fanny Ardant, Virginie Ledoyen, Danielle Darrieux, Firmine Richard, Ludivine Sagnier y Dominique Lamure, bajo la dirección de François Ozon: simplemente una joya. Sin contar que es una película del tipo coral, de esas donde los actores toman un espacio para cantar, no muy de mi gusto.
Les cuento del cine porque es uno de mis escapes favoritos, hoy más que nunca cuando me aqueja un terrible acúfeno.
Finalmente, exploré bastante la ciudad con el carro, manejando por toda Caracas, trabajando algo mientras olvido.
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